jueves, septiembre 29, 2011

The reading queue

Now Playing:

No matter how much you wanna leave you will come back!

- Goldfish -

Para mí leer es un placer y una obligación hacia mí mismo y mi país. No leo tanto como quisiera, pero hago mi intento por hacerlo seguido y he visto que una de las mejores formas de hacerlo es manteniendo siempre una cola de lectura, siempre tener un libro pendiente por leer (como nota: creo que es una excelente idea para muchas otras cosas: viajes, comidas, museos y muchos otros descubrimientos de la vida)

Aquí, la pila de libros actual

Hoy fui a comprar más libros y cometí el error de no llevar mochila ni morral ni parecidos; tuve que cargar con algunos kilos de papel sólo con mis manos, al mismo tiempo que debía acomodar mis lentes, manipular los audífonos, responder a algunos textos por celular, caminar sin que me arrollaran y tomar agua de una botella. Una vez que me estabilicé me di cuenta de cuánta gente se me quedaba viendo (y a veces, a mis libros). Normalmente no me importa si me ven o no; pero ésta vez me puse a reflexionar sobre el hecho de que me estuvieran viendo.

Hay veces en que es entendible: cuando a propósito salgo vestido de "forma rara", cuando me pongo a cantar en voz alta en público, cuando hago air guitar... son acciones que atraen la atención (o al menos la distraen) aún si no las hago con ese propósito. Esta vez no estaba haciendo nada más que caminar (chistoso y con las manos llenas; pero nada más) y atraía miradas. ¿Por qué?

En realidad es una reflexión un poco estúpida, pero no pude sacarme esa idea de la cabeza. ¿Por qué tener un montón de libros en las manos provoca (aparentemente) la misma reacción que ir vestido como Harry Potter? ¿tiene algo de raro ir por ahí con libros en la mano?

Leo porque me gusta hacerlo, como ya lo había dicho. Los lectores parece que son una raza rara en México, cuando en otros países la lectura es una necesidad cultural tan fuerte como los buenos modales y la higiene personal:

A little library, growing larger every year, is an honourable part of a man's history. It is a man's duty to have books. A library is not a luxury, but one of the necessaries of life.
Henry Ward Beecher

No me saco esa idea de la cabeza y ni siquiera sé qué escribir al respecto. Me puso a pensar pero no encuentro respuestas esta vez.

miércoles, septiembre 14, 2011

Feeling the blues

Now Playing:

She may be the face I can't forget
a trace of pleasure or regret
may be my treasure or the price I have to pay
She may be the song that summer sings
may be the chill that autumn brings
may be a hundred different things
within the measure of the day

- Charles Aznavour -

Feeling Blue !!
Foto: "Feeling Blue !!" por Anant Rohankar

(Se recomienda abrir ésta y ésta página al mismo tiempo para leer este post. Gracias)

La veo a unos metros de mí, sentada frente a una computadora trabajando en quién sabe qué. Si ella me viera, la imagen sería muy parecida. No sé qué está haciendo, pero a juzgar por su cara, debe ser importante...

Sonríe, desde luego. Todos los días sonríe, a todas horas; sólo platicar con ella me contagia y también yo comparto la alegría que no le cabe y le da a todos los que nos cruzamos con ella para después infectar también nosotros a los demás. La risa le queda bien: no me imagino que ella, con su guapura natural y su buen gusto en ropa, fuera a todos lados con el ceño fruncido. Se ríe de los malos chistes, de sus propias anécdotas, de los pequeños accidentes, hasta de su trabajo. Es joven (casi de mi edad) pero ha aprendido a vivir con ganas, sabe que un día desconocido también ella se morirá y nos prepara un testamento en el que nos deja como legado un montón de buenos ratos, de fotos bonitas, de esas pequeñeces que llenan todos los huecos en una vida repleta de "grandes cosas" como la arena llena un frasco que tiene pelotas de tenis.

Pero esa cara no es la misma y yo sé por qué.

Hace unas horas llegué aquí como si nada y sin temer a las supersiticiones que acompañan a este día. Menos de una hora después, leo una línea que me derrumba como un ciclón a un catillo de naipes. Es como un golpe recto al estómago, sólo que el puño no puede verse ni tocarse. Toda mi espalda se llenó de hormigas y perdí la fuerza en mis brazos.

Derrumbarse en medio de la gente puede ser algo peligroso y más si hay clientes en la misma habitación. Así es la tristeza, que llega en cualquier lugar sin tomar en cuenta quiénes están presentes ni qué trabajo tienes pendiente. A veces llega en medio de amigos, a veces llega en la oficina. Derrumbarse inmediatamente no es opción esta vez y debo agradecer que al menos estoy sentado, porque las piernas no me responderían tampoco si estuviera de pie. El pudor del trabajo me ayuda un poco para reestablecerme y me quedo sentado, mandando impulsos para que mis dedos vuelvan a moverse, poco a poco. Regreso a la rutina mecánica y así evito que los extraños me vean en este momento tan vulnerable: soy un trabajador más, no hay por qué alarmarse. Está cansado, eso es todo.

Pero alcanzo el límite antes de lo esperado y me levanto a hacerme un café. El aparato fonador todavía no ha trabajado desde que recibí la bomba y me cuesta separar los labios para recibir mi dosis de cafeína para reanimarme, aunque sea artificialmente. Apresuro una taza, apresuro otra y mientras preparaba la tercera, llega una compañera de trabajo. Hace una nota sobre cómo la oficina está más silenciosa que de normal (yo, con audífonos puestos, no me había dado cuenta). Antes de explicarle mi punto de vista, me habla sobre cómo ella nos tiene a todos así.

Ella, tan sonriente y tan genuina, hoy no puede sonreír. Ahora entiendo por qué no vino ayer y me sorprende que haya venido hoy. Es el tipo de desgracias que lo paralizan a uno y con lo rápido que se va hoy en día, muchos deciden quedarse atrás. Apresuro el tercer café y regreso a trabajar.

La veo a unos metros de mí, sentada frente a una computadora trabajando en quién sabe qué. Pensando en quién sabe qué. No sé qué está haciendo, pero a juzgar por su cara, debe ser... ¿importante? No me imagino qué podrá ser tan importante que pueda tomar su atención en este momento.

Sonríe, desde luego. Pero esa cara no es la misma y yo sé por qué.

Levanto la mirada y luego la vuelvo a bajar. ¿Qué hago? No estoy en posición para decirle nada, si yo mismo estoy mal. No puedo decir quién está peor, no es un concurso. Debería decirle algo, pero no sé qué decirle. Levanto la mirada y otra vez está sonriendo, pero esta vez, por primera vez, reconozco que no es la misma sonrisa de siempre. Se ríe de un chiste malo, pero hay un cierto peso en su voz, una sombra que normalmente no está ahí. Regresa a ver su pantalla y a trabajar en lo que sea que esté haciendo. Yo volteo a la mía y veo muchas otras líneas, sin sentido alguno. ¿Cómo ayudarla a levantarse? Necesitaría estar en un lugar más alto y sus ojos se parecen a los míos en las mañanas más solitarias que veo al espejo. Debería, debería, pero no sé qué ni cómo hacer.

No intenta esconder su pena, no nos da esa mueca grotesca del que intenta aparentar que todo está bien. Se limita a llevar su pena, pero el vacío que deja su risa es suficiente como para que todos carguemos un poco con su pesar. No fuerza la alegría ni se empeña en la tristeza: está en el punto más bajo, en el que uno sabe que llorar no cambiará nada.

En uno de esos momentos de silencio inmenso y obscuro, aparta la vista de su trabajo y se cruza con la mía por mucho menos de un segundo. Ahí comprendo, en medio de los ruidos de fax y el aire acondicionado, que al menos nos tenemos el uno al otro en este momento solo. Y la rutina del día sigue hasta concluir.

sábado, septiembre 03, 2011

Ellas no se enamoran de un escritor

Now Playing:

She liked her blues played sweetly and slow, yeah

- Louis Armstrong -
Acabo de leer de nuevo ese escrito, "Date a girl who reads" y gracias a la poderosa mezcla del Blues viejito y las letras y los sentimientos me vino a la cabeza este texto. Tómenlo como quieran, no soy un experto ni en las relaciones ni en la escritura. Sólo escribo por lo que me ha pasado.

Ellas no se enamoran de un escritor. Se enamoran fácilmente de un deportista, un guitarrista, bajista o baterista competente, de un cómico, un actor, un bailarín y hasta de un borracho, pero no de un escritor.

Ellas ven, al principio, una mirada, una postura, una sonrisa o una forma de decir "Hola!". Algunas ven la marca de la ropa que usas, el auto que manejas y los lugares a los que sales, pero ésas no suelen tener nada interesante que aportar así que no cuentan para estas letras. Las que sí cuentan ven las cosas más pequeñas, las más importantes y que no pueden ser compradas ni falseadas por ninguna cantidad de dinero.

Ellas, desde luego, ven al escritor o al deportista o al guitarrista cuando sonríe y es en esa sonrisa cuando se da la primera chispa. Hay una ligerísima conexión que incita a descubrir más a ese chico, sea escritor o deportista. Hay algo que atrae y que las lleva consciente o inconscientemente a desentrañar ese misterio, adentrarse en un ser humano desconocido y que promete ser interesante.

Pero ese primer encanto se va tarde o temprano; el misterio aparente a veces no lo es o el suspenso no es tan intenso como ella pensaba. Ella buscaba algo.

Ellas buscan a alguien que esté con ellas y ven que a menudo el escritor se encierra por largos ratos a cualquier hora del día, pero no saben que el escritor les regala letras para estar siempre con ellas, para nunca alejarse de ellas.

Ellas buscan a alguien que tenga los pies en la tierra y ven a un chico que constantemente tararea mientras intenta ver todo, que cierra los ojos y sonríe sin razón aparente; pero no saben que el escritor no quiere plantar sus pies tan pequeños en una tierra tan grande sin antes haberla explorado; no le es suficiente quedarse en el aquí y ahora y quiere que ellas también compartan esa curiosidad.

Ellas buscan a alguien que las proteja y ven a un chico con plumas y cuadernos de todos tamaños y colores. No saben que el escritor, aunque sea un mal peleador, nunca deja de levantarse y defiende las ideas porque son lo más propio de cada uno.

Ellas buscan a alguien que sepa satisfacerlas y ven a alguien que es torpe dentro y fuera de la cama. Ellas no saben que para el escritor la unión de los cuerpos es vital, pero no todo. El escritor sabe que es tan emocionante la meta como el camino que lleva a ella, sabe que la exploración, la aventura y la ignorancia también son parte del cuento y muy necesarios para armar el mejor clímax.

Ellas buscan nuevas emociones, nuevos lugares, nuevas experiencias y ven a alguien que no para de leer, de distraerse, de escribir. El escritor sabe que para tener nuevas experiencias no hace falta nada más que cambiar de perspectiva, ver las situaciones viejas desde nuevos ángulos. Ellas quieren vivir cosas nuevas, pero no saben que el escritor necesita vivir cosas nuevas sin parar.

Ellas buscan muchas cosas que el escritor suele tener; desgraciadamente en muchos casos el escritor simplemente es confuso, desordenado y atolondrado. Tiene la idea, pero no sabe comunicarla como debe ser y se encierra en su cuarto a escribir esperando que el internet lo lea.