sábado, enero 14, 2012

Réquiem escrito

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Funeral in Arkhangelsk
Foto: Funeral en Arkhangelsk

Creo firmemente que una buena parte de nuestra infelicidad viene del conflicto entre varias partes de uno mismo. Nos tendemos trampas, ignoramos lo que no debe ser ignorado y le damos más importancia a las cosas incorrectas. Pensamos en la felicidad de forma incorrecta y nosotros mismos nos saboteamos. La felicidad, creo yo, es algo más bien raro en nuestro estilo de vida:

Okay, when it comes to happiness in general, I definitely have no idea what makes what or what adds up to what. I just feel like, sure — we’ll all have high highs of wide eyes on graduation stages, father-daughter dances at weddings, and healthy baby screeches in the delivery room. But those big violin crescendo moments are maybe.. like, five days total in your life? I mean, I get to flip to the cold side of the pillow every single night if I can’t fall asleep and every single time it gives me a tiny fleeting rush of ice cold satisfaction on my cheek.(via)

La felicidad tiene mucho que ver con muchas cosas que no nos imaginamos, que suenan contrarias al sentido común o a la cultura en que vivimos. La vida no viene con un manual de instrucciones, mucho menos con una lista de reglas que seguir. ¿Por qué seguimos cayendo en los mismos patrones y obteniendo los mismos resultados? Algo debe cambiar y ese algo no debe ser dejado al azar, es uno mismo el que tiene que cambiar.

Por eso he comenzado a pensar en la destrucción, en lo que no sirve y debe ser derribado. Muchas cosas en mi vida no están vivas, pero me empeño en guardar el cadáver para recordar cómo era el pasado. No cierro los ciclos porque no lloro las muertes como es debido. Desde luego, eso no es sano ni para el cadáver ni para mí: es digno y necesario enterrarlo.

Éste es un réquiem, en la que comienzo a desearle a los muertos de mi vida que les vaya bien en su otra vida. Deben regresar por donde vinieron y que alimenten nuevas experiencias como un cadáver alimenta las plantas. Les dedico un rezo, un lugar de reposo y una lápida en la que inscribo mi despedida. Me doy la vuelta para no volver.

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